Imaginate comer una golosina que, además de brindar sabor, actúe como una barrera contra virus comunes. Es posible que muy pronto suceda, ya que un equipo de científicos de la Universidad de Pensilvania desarrolló un chicle que no solo refresca el aliento, sino también que puede detener a dos viejos enemigos de la salud: el virus de la gripe y el herpes simple.
A simple vista, parece una golosina más. Pero en realidad es una tecnología portátil, masticable y sin agujas, que podría usarse para reducir la transmisión viral justo en la boca, antes de que el virus logre entrar al cuerpo.
El secreto está en una proteína llamada FRIL, que se encuentra en una variedad de poroto comestible —el poroto lablab, usado hace siglos en Asia y África—. Esta proteína tiene una capacidad particular: se pega a los virus. Literalmente. Actúa como una trampa adhesiva que los captura y los deja pegados entre sí, impidiéndoles unirse a las células humanas. Una vez agrupados, los virus ya no pueden infectar ni seguir multiplicándose.
Esa propiedad no es nueva, pero sí su uso en forma de chicle. En este formato, el equipo logró mantener activa la proteína durante más de dos años sin necesidad de refrigeración. Y lo más interesante es que, al masticar, el compuesto se libera en la saliva y comienza a hacer efecto en pocos minutos.
Para comprobar su eficacia, los científicos recrearon las condiciones de una boca humana: usaron una máquina que simula los movimientos de masticación y trabajaron con cargas virales similares a las que se encuentran en la saliva de una persona infectada.
En las pruebas de laboratorio, el chicle logró bloquear más del 95 % de los virus de la gripe y entre el 75 % y el 94 % de los virus del herpes simple, según el tipo.
Los resultados se publicaron en la revista Molecular Therapy, donde también se explica cómo se diseñó la goma de mascar. Cada tableta contiene una dosis medida de polvo de poroto, procesado en frío para no dañar la proteína activa.
Aunque por ahora los ensayos se hicieron sólo en laboratorio, los resultados fueron lo suficientemente prometedores como para que el producto haya sido aprobado para pruebas clínicas en humanos. Si esos ensayos confirman lo que ya se vio en el laboratorio, se trataría de una herramienta práctica y accesible para reducir la transmisión de enfermedades respiratorias y virales.
“La falta de vacuna contra el virus del herpes simple (VHS), las bajas tasas de vacunación contra los virus de la influenza, la disminución de la inmunidad y la transmisión viral después de la vacunación subrayan la necesidad de reducir las cargas virales en sus sitios de transmisión”, sostiene el estudio.
No es la primera vez que este equipo de investigación apuesta por un chicle antiviral. En 2021, desarrollaron uno que funcionaba contra el coronavirus SARS-CoV-2 y que también mostró una alta eficacia en pruebas preliminares.
Además, el poroto lablab es barato, seguro y aprobado para el consumo humano. Esto lo convierte en un recurso ideal para países con menos infraestructura médica o limitado a medicamentos refrigerados.
El estudio estuvo liderado por Henry Daniell, un investigador especializado en fármacos vegetales, y contó con la participación de colegas de Finlandia y de la Universidad de Helsinki. Fue financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) y se publicó como abierto, con el objetivo de ampliar la difusión de este conocimiento.
Por supuesto, hay desafíos por delante. Aún no se sabe si funcionará igual de bien en personas reales, donde la saliva, los alimentos y otros factores podrían afectar su rendimiento. También habrá que evaluar si la gente lo usaría con regularidad y si el sabor y la textura acompañan.
Pero la idea es clara: transformar algo tan cotidiano como un chicle en una herramienta de salud pública. Y si funciona, el futuro de la prevención podría estar, literalmente, en nuestras bocas.
Debulking influenza and herpes simplex virus strains by a wide-spectrum anti-viral protein formulated in clinical grade chewing gum. Molecular Therapy, Volume 33, Issue 1, 184 – 200. Daniell, Henry et al.